Es cuanto menos curioso empezar un blog de arte hablando
sobre el Papa…bueno, veremos que tiene su por qué.Una de las principales razones es
contestar (bueno, que no se exalten, digamos explicar) a todos esos airados que tras diversas bromas,
chanzas y chascarrillos sobre el tema se sentían muy pero que muy airados.
Decirles, en primer lugar….«que la fama cuesta». Esto es así.
No pueden pretender que corten todas las emisiones de televisión para retransmitirnos en directo la proclamación de una nueva máxima autoridad de una
religión entre otras tantas sin que, cuanto menos, alucinemos. Además que esto,
bien mirado, es publicidad gratuita. Información corporativa no solicitada, vamos,
con la que es de esperar, cuanto menos … ciertas bromas. Que no son juicios de
valor, sino el análisis de unos hechos. Porque digo yo, que menos publicidad tuvo
OT y todavía nos reímos de alguno. Se parece, sobre todo, al desfile de la
Selección de Fútbol cuando ganó el mundial….bueno, mejor, a la Copa del Rey de
Madrid con Ramos en el autobús. Qué momento. Si a Francisco se le cae desde el
balcón cualquier cosa también nos habíamos partido de risa. Quizá por eso no se
acercaba mucho al borde del balcón ni llevaba adornos…bueno, bueno, pero eso ya
es otro tema.
Dicho esto, me interesa, y mucho, quien disfruta en usufructo
del patrimonio que se encuentra en el Vaticano.
Estos bienes tienen un carácter tan especial, tan relevante y singular, que
están por encima de la propiedad privada. No digo que se vayan a dedicar a
venderlo a escondidas como en los pueblos «de antes». Pero siempre que cambian
al jefe preocupa que va a pasar con la empresa. Si no, al loro cuando fallezca
la Duquesa de Alba. Ahí lo dejo (que a mí ya me viene la preocupación).
Lo que desde luego queda claro en estas ceremonias es que
«Habemus Papam». Que no se llama si no Gian Lorenzo. Bernini, claro. ¡Qué bueno
es invertir en un arquitecto de calidad! (políticos, tomad nota. Primero se
aprende de arte. Se valora al artista. Y se construye de verdad).
Ahí sigue su obra,
presencia rotunda. Protagonista absoluto. La plaza de San Pedro es el auténtico
Papa. Tan perfecta y definitiva. Puede que si la hiciéramos ahora cambiáramos
los adornos, pero la matemática…es inmejorable. Y todos, absolutamente todos,
cuando miraban la ceremonia lo que veían, les emocionaba y les henchía era un
espacio arquitectónico sublime. Ese espacio circular donde parece que rebotan
las emociones y las aumenta. Ese círculo auto-absorbente de los enamorados. De
hecho puede que funcione así. Su grandeza, te enamora. Este amor se recibe de
vuelta debido a los brazos que te acurrucan. ¡Qué mejor entonces que el amor
correspondido! Y entonces, quedas anestesiado por esa sensación y se paraliza
el tiempo. ¿Magia? No. ¿Devoción? Tampoco. Porque los Papas y las religiones…son
pasajeras. Pero la verdadera arquitectura, el Arte...es eterno.