No todo el mundo sabe que con Amazon Prime tienes acceso a su
catálogo de series a la carta a través de Prime
Video, y, mucho menos, que entre ellas tiene algunas obras maestras como la
recientemente estrenada The Marvelous
Mrs. Maisel.
Mrs.
Maisel viene a contestar qué pasó con aquellas brillantes alumnas que estudiaban en Wellesley en
«La sonrisa de Mona Lisa». ¿Qué
hicieron tras graduarse con honores en la misticidad
femenina?
Bien, lo
consiguieron todo: una formación,
un cuerpo fantástico gracias a la gimnasia perenne; un marido, dos hijos (niño
y niña, por supuesto), un guardarropa de ensueño y, sobre todo, mantener ese
ideal de mujer sin que los demás, y especialmente su marido, se dieran cuenta
del trabajo que lleva. Todo ocurre como algo natural, fluido. Que nadie
sospeche que hay un gran esfuerzo (y sacrificio) detrás.
Bien, pues cuando has conseguido todo, ¡hasta
una boda perfecta que organizas tú misma! ¡Cuando eres un icono de los años 50
hecha mujer! ¿Qué ocurre cuando la perfección no es suficiente? Te han dado
unas normas, unas planillas de ejercicios, unos modelos constantes para
perpetuar este rol. Lo has hecho todo. Lo has conseguido todo. ¿Y aun así, tu marido te deja?
En serio. Tenemos a una protagonista que
espera, pacientemente, peinada y con barra de labios (un símbolo de este
periodo, que compran de tres en tres), en la cama, junto a su marido, a que
este se duerma para ir a quitarse, en secreto, el maquillaje y las pestañas
postizas; a ponerse los rulos y embadurnarse de crema. Y así, de todo menos
cómoda, irse a la cama y dormir tal Tutankamon para despertarse antes de que
suene el despertador, ir al baño, maquillarse, peinarse, y volver a la cama. Y
fingir, cuando suena el despertador, que no lo ha oído ¡oh sorpresa! Ya que las
mujeres, por supuesto, están así de divinas cuando se despiertan en la mañana.
Y este
es el arranque de la serie donde la protagonista, Maisel, ha estado
acompañando y animando la otra carrera de su marido, la “creativa”, como
humorista en el Village. Porque también jugaban a hacerse los modernos, a ir
con sus jerséis de cuello vuelto de color negro a clubes alternativos donde él
hacía monólogos y ella tomaba notas para que mejorara en sus actuaciones. Y
aplaudía. Como una auténtica fan de su hombre.
Pero
resulta que su marido no solo es un fraude como pareja sino, y quizá más grave,
como monologuista, ya que descubre que su actuación es
robada. ¡Lo hacen todos, le dice!
Y aquí empieza su verdadero camino como
individuo. Conociendo a otras mujeres, otras realidades. Saliendo poco a poco
de esos apartamentos de ocho habitaciones de la parte alta de Manhattan. Y
descubriendo, también, que la que tenía
algo que decir, y de manera divertida, era ella.
A partir de ese momento irán apareciendo
fantásticas secundarias, formando entra todas un tejido de mujeres que
evidencian la diversidad que había tras
la artificial imagen de ama de casa de los años cincuenta y también como,
tras la aparente calma del agua estancada, surgía una corriente subterránea que
terminará por emerger en los años sesenta.
Tras
esta genialidad ̶ entretenida, inteligente, divertida̶̶ está Amy Sherman-Palladino, una
escritora con un estilo rápido y audaz, mordaz como la propia protagonista
cuando se sube a un escenario, conocida por Rosanne y las Chicas Gilmore, que nos
regala una magnífica madurez creativa.
Amazon
ha comprado ya las dos primeras temporadas.
La versión resumida de la serie dirá que es la
historia de un ama de casa que decide hacerse monologuista.
Ni es solo un ama de casa ni decide solo
hacerse monologuista. Es una mujer que por fin pone en valor todas sus
destrezas, innatas y aprendidas, a la vez que deja esa niñez impuesta por una
sociedad podrida en sus cimientos.
Y este,
el de convertirse en Mujer, es un viaje fascinante.
Os la
recomiendo sin duda.
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