jueves, 28 de diciembre de 2017

Navidades made in UK (I)

Hace ya tres años hablaba de los capítulos especiales de Navidad en la parrilla de Reino Unido. Pasa el tiempo y no se nota, ya que nosotros seguimos con los Rafaeles, Alboranes y los programas de cantantes (denunciados por sexismo): Atapuerca evoluciona a más velocidad que nuestra televisión (pública).

Mientras, en Reino Unido, existe la tradición de emitir un especial de Navidad de las mejores series, que -como bien sabéis- no es un simple remix sino un capítulo más, donde en ocasiones pasan eventos trascendentales en la trama.

Os cuento mis favoritos, tanto capítulos especiales como las mini-series emitidas, para que llevéis lo mejor posible la inminente cuesta de enero.

Upstart Crow, una comedia brillante sobre Wiliam Shakespeare llena de guiños contemporáneos, ha tenido un divertidísimo especial, emitido el 25 de diciembre, con cenit en el momento en el que abren los regalos y la esposa se queda atónita al recibir una caja con poemas y no el collar que había descubierto en el abrigo de William. Mismos diálogos que en Love Actually y misma banda sonora, aunque interpretada con laúd. Hilarante.

Los quejidos constantes respecto al transporte público son ya un monólogo clásico de la televisión, y la crítica constante al sexismo (¿de la época?) son un claro ejemplo de lo audaz del guión y la inteligencia del programa.

Los capítulos duran solo 20 minutos, a excepción del especial navideño, así que si no conocéis la serie corred a por uno de los grandes descubrimientos del país vecino.

Victoria es otra serie que comenzó el año pasado y que este ha apostado también por realizar un
especial de Navidad de mayor duración que un capítulo normal.

Aunque la serie es mucho menos interesante, ya que es un cuento romántico en el que nos cuenta el amor eterno de la Reina Victoria por su marido el Príncipe Alberto (spoiler alert: murió joven y ella quedó desdichada para siempre), históricamente es reveladora puesto que no somos consciente de cuánto de victoriano tienen muchas de nuestras costumbres.

Si las bodas actuales siguen aún el patrón de la ceremonia de la Reina Victoria (entre otros, su elección del blanco para la ceremonia), no se puede decir menos de las costumbres navideñas "de toda la vida", costumbres que se deben, ni más ni menos, que al Príncipe Alberto.

Así que solo por asistir al nacimiento de la tradición de colocar un árbol en nuestras casas (y la reflexión interna que produce) merece la pena ver el capítulo especial.

Y es que, no, no pasa nada por cambiar los trajes a los Reyes Magos, ni por eliminar las ocas del desfile. No hay nada que sea "de toda la vida" sino modas que van y vienen. Y normalmente, van de arriba a abajo.

Por lo demás, azúcar puro el capítulo. Aviso.

Un especial que no os podéis perder, como siempre -pocas series hay con el nivel mantenido de esta- es el especial de Navidad de Call the midwife.

Call the midwife pasará como una de mis series favoritas de todos los tiempos, feminista y socialmente comprometida, pero sin hacer ruido, y su especial navideño no podía ser de otra manera.

La relación directa e íntima que establecían estas comadronas de barrios populares son el punto fundamental que nos permite entrar a las casas de los más desfavorecidos; descubrir sus relaciones de pareja, la crianza de sus hijos, la relación entre vecinas. Así, de cerca, en su mundo privado, es dónde vemos los casos de maltrato, el machismo constante, la indiferencia de las instituciones. No hace tanto, ni tampoco está tan superado.

Contado siempre con una sensibilidad poética, muy parecida a la reciente La librería, de Coixet, abre los ojos al que no quiere ver, a la vez que nos muestra también lo mejor del ser humano; su resilencia, su coraje, su valor.



Y esto solo ha sido el primer adelanto. En breve más. Entre ellos la miniserie de Mujercitas que está emitiendo la BBC y que emitirá en España (presumiblemente) Telecinco. Stay tuned!



jueves, 7 de diciembre de 2017

The Marvelous Mrs. Maisel

No todo el mundo sabe que con Amazon Prime tienes acceso a su catálogo de series a la carta a través de Prime Video, y, mucho menos, que entre ellas tiene algunas obras maestras como la recientemente estrenada The Marvelous Mrs. Maisel.

Mrs. Maisel viene a contestar qué pasó con aquellas brillantes alumnas que estudiaban en Wellesley en «La sonrisa de Mona Lisa». ¿Qué hicieron tras graduarse con honores en la misticidad femenina?

Bien, lo consiguieron todo: una formación, un cuerpo fantástico gracias a la gimnasia perenne; un marido, dos hijos (niño y niña, por supuesto), un guardarropa de ensueño y, sobre todo, mantener ese ideal de mujer sin que los demás, y especialmente su marido, se dieran cuenta del trabajo que lleva. Todo ocurre como algo natural, fluido. Que nadie sospeche que hay un gran esfuerzo (y sacrificio) detrás.

Bien, pues cuando has conseguido todo, ¡hasta una boda perfecta que organizas tú misma! ¡Cuando eres un icono de los años 50 hecha mujer! ¿Qué ocurre cuando la perfección no es suficiente? Te han dado unas normas, unas planillas de ejercicios, unos modelos constantes para perpetuar este rol. Lo has hecho todo. Lo has conseguido todo. ¿Y aun así, tu marido te deja?

En serio. Tenemos a una protagonista que espera, pacientemente, peinada y con barra de labios (un símbolo de este periodo, que compran de tres en tres), en la cama, junto a su marido, a que este se duerma para ir a quitarse, en secreto, el maquillaje y las pestañas postizas; a ponerse los rulos y embadurnarse de crema. Y así, de todo menos cómoda, irse a la cama y dormir tal Tutankamon para despertarse antes de que suene el despertador, ir al baño, maquillarse, peinarse, y volver a la cama. Y fingir, cuando suena el despertador, que no lo ha oído ¡oh sorpresa! Ya que las mujeres, por supuesto, están así de divinas cuando se despiertan en la mañana.

Y este es el arranque de la serie donde la protagonista, Maisel, ha estado acompañando y animando la otra carrera de su marido, la “creativa”, como humorista en el Village. Porque también jugaban a hacerse los modernos, a ir con sus jerséis de cuello vuelto de color negro a clubes alternativos donde él hacía monólogos y ella tomaba notas para que mejorara en sus actuaciones. Y aplaudía. Como una auténtica fan de su hombre.

Pero resulta que su marido no solo es un fraude como pareja sino, y quizá más grave, como monologuista, ya que descubre que su actuación es robada. ¡Lo hacen todos, le dice!

Y aquí empieza su verdadero camino como individuo. Conociendo a otras mujeres, otras realidades. Saliendo poco a poco de esos apartamentos de ocho habitaciones de la parte alta de Manhattan. Y descubriendo, también, que la que tenía algo que decir, y de manera divertida, era ella.

A partir de ese momento irán apareciendo fantásticas secundarias, formando entra todas un tejido de mujeres que evidencian la diversidad que había tras la artificial imagen de ama de casa de los años cincuenta y también como, tras la aparente calma del agua estancada, surgía una corriente subterránea que terminará por emerger en los años sesenta.

Tras esta genialidad ­̶ entretenida, inteligente, divertida̶̶  está Amy Sherman-Palladino, una escritora con un estilo rápido y audaz, mordaz como la propia protagonista cuando se sube a un escenario, conocida por Rosanne y las Chicas Gilmore, que nos regala una magnífica madurez creativa.

Amazon ha comprado ya las dos primeras temporadas.

La versión resumida de la serie dirá que es la historia de un ama de casa que decide hacerse monologuista.

Ni es solo un ama de casa ni decide solo hacerse monologuista. Es una mujer que por fin pone en valor todas sus destrezas, innatas y aprendidas, a la vez que deja esa niñez impuesta por una sociedad podrida en sus cimientos.

Y este, el de convertirse en Mujer, es un viaje fascinante.


Os la recomiendo sin duda. 


miércoles, 29 de noviembre de 2017

KNIGHTFALL ¿la caída de los templarios o de HBO?

El 6 de diciembre se estrena Knightfall, la tan esperada aventura épica sobre los cruzados de History Channel que emitirá HBO y que parece llamada a acunar los corazones de los que en estas Navidades echen de menos Juego de Tronos.

Pude acudir al preesteno en España, donde acudió su protagonista Tom Cullen, y, la verdad es que me dejó sentimientos encontrados.

La serie nos narrará la caída de los templarios desde la caída de Acre en 1291, momento en el que arranca la serie, hasta (presumiblemente) su disolución el 13 de octubre de 1307. Viernes, por cierto, y origen de la leyenda de la mala suerte de esta fecha.

En principio, sin ver nada, la historia se presenta muy atrayente: caballeros, uniformes con halo romántico, espadas, batallas y nobles corazones. La Edad Media más idealizada y fantasiosa.

Al arrancar es inevitable pensar, en primer lugar, que se nota que History Channel no necesita un buen piloto para vender la serie: el primer capítulo, como fue el de Vikingos, es un tanto mediocre y muy muy introductorio.

La batalla de Acre es muy decepcionante, ya que las maquetas se hacen tan evidentes que dudas si estás viendo una gran producción o una de esas películas... Los personajes, maniqueos y sin fuerza. 

Algo está mal cuando se reúnen con el representante del Sultán y la historia que quieres ver es la de los musulmanes: qué interesante, qué ropajes, ¿saldrá qué ocurre desde ese lado y podremos comparar las culturas? ¿Y por qué luchan ellos?

No.

Decepción.

Así que nos quedamos solamente con la otra parte de la historia: la del hombre, blanco, cristiano, miembro de un “club” (de ricos, los templarios) que se dedica a prestar dinero, hacerse rico y a matar musulmanes. (¿?)

Como os imagináis, a estas alturas, la historia me pareció bastante inadecuada y arcaica en el peor de los sentidos. No sé qué pretende History Channel; igual este es el comienzo y dará giros poco a poco hacia la alianza de civilizaciones o, simplemente, a mostrar la complejidad que la época tuvo.

Veremos.

Pero me temo también que siga la estela de «El Código Da Vinci» de Dan Brown y sus secuaces. Empezando por asumir el dogma de fe de que el Santo Grial existió. Físicamente. Y que se luchan por símbolos y creencias y no por aprovechar oportunidades, acumular poder y riquezas. Un poco infantil para el público de HBO.

Algunos personajes secundarios seducen a la cámara y otros protagonistas son absorbidos por los estereotipos.  El Papa Bonifacio VIII (Jim Carter) está genial, además ¡nos alegra que el mayordomo de Downton Abbey haya ascendido!

En cambio, otros, como Guillermo de Nogaret (Julian Ovenden), personaje histórico con gran relevancia en la trama por venir, pasa por completo desapercibido y no suscita el más mínimo interés.

Para el resto de los actores creo, simplemente, que los papeles les han llegado demasiado pronto, y no ayuda a darle credibilidad a la trama.

El protagonista Landry, el caballero templario, está interpretado por Tom Cullen, que contaba con 31 años cuando se rodaron los capítulos. Y se nota. Físicamente tiene fuerza, pero le falta solera: nos contraponen el presente con 15 años atrás, cuando sucedió el asedio de Acre y lucho ferozmente con… ¿16 años?

Lo mismo ocurre con Juana de Navarra, madre de una adolescente Isabel, interpretada por Olivia Ross con ¿29 años? ¿Y hace de madura sexy que impone su voluntad de forma velada?

Creo que si se hubiera hecho la serie, por ejemplo, siete años más tarde hubiera beneficiado a todos, tanto a los actores y a su presencia, aportando verosimilitud y fuerza a los personajes, como al guion, que adolece de simpleza y de conocimiento superficial de la historia.

Y es que en el segundo capítulo la princesa Isabel grita a los cuatro vientos que quiere casarse y ser reina ¿de Cataluña? Este “detalle” no solo provocó la risa generalizada en la sala, si no que, a los historiadores presentes en la sala, nos ha hecho ponernos a la defensiva y desconfiar, por norma, de todo lo que se cuente. ¿Es este el rigor de una serie “histórica” de un millón de euros?

Por cierto, History Channel, qué pasa con la cabecera ¿no hay? ¿Falta esa obra de arte de síntesis cinematográfica que es la entradilla audiovisual? ¿No la tienen lista? La cabecera de Isabel es insuperable, pero hay que intentar con alguna que se la parezca. De nada.

En definitiva, estos dos primeros capítulos fueron un disparate; entretenido, violento y con sexo gratuito, pero inconexo y un tanto improvisado, que no sabemos cómo van a evolucionar. Al final del segundo se vislumbra un cambio de ritmo y empezamos a preguntarnos cosas, pero ni es Vikingos, ni El Ministerio del Tiempo, ni Los Borgia, producción, por cierto, de la que ha aprovechado parte del decorado en sus estudios en Praga. 

Seguiré la serie, la curiosidad de ver cómo salen de este embrollo es demasiado grande. Aunque al mismo tiempo temo que se quede en esta visión de la historia fragmentada, distorsionada y simplificada, que poco puede aportar si no la simplificación de nuestro propio pensamiento.


Espero que la calidad de los guionistas me sorprenda.



Plus de cotilleo: en el IMDb de Tom Cullen pone que mide 1,85cm. Solo puedo decir que hemosido engañados