Un arte lleno de emoción, que se siente cercano y lleno de cariño. Son las cruces de madera que se dejan en las alambradas: los montículos de piedras sobre cualquier superficie. Las fotos, los altares improvisados. Los mensajes de ánimo y frases inspiradoras. Son los graffitis que te desean ¡Buen Camino!, que te dicen ¡Ultreia! y te recuerdan que seas tú mismo.
Este arte es hermoso. Te recuerdan los miles de pies que han pasado delante de ti: y te invita a dejar tu mensaje a los que vendrán detrás: "no te desanimes", "no te rindas", "un poco más". Y, sobre todo: "párate y disfruta".
Párate y disfruta. Disfruta de los tonos otoñales, tan parecidos a los de la roca: a los de la piedra tallada. Para y fíjate en los helechos, en las bayas: en las telarañas gigantes en un prado helado. En el color de las viñas. En la grandeza de las montañas.
Párate y escucha. Quítate los dichosos cascos que llenan tu vacío, que te aceleran. Escucha a las aves que te acompañaran durante el Camino. Cantan para ti: no las ignores. Escucha a los castaños: te advierten antes de tirar proyectiles puntiagudos: quien avisa, no es traidor. Escucha a los árboles en los días de viento: te cuentan cosas aunque no sepas su idioma.
Párate. Disfruta. No es una carrera. No hay una meta. Es un camino. Es el Camino. Canta si quieres. Silba. Rie o llora. Haz lo que quieras. Pero no enciendas el móvil, ni mires el GPS. Una flecha amarilla es todo lo que necesitas. A veces las ves, y otras las sientes.
Párate y disfruta. Y no te rindas, y no desesperes. El dolor también te dice que frenes. Vigila cada paso, y déjate llevar. No tengas miedo. Solo anda. Camina. Hacia delante. No hay más.