domingo, 25 de octubre de 2015

El Camino: a flower in the mountain

El Camino de Santiago es un camino milenario que durante siglos ha ido creando peregrinos por todo el mundo. Patrimonio de la Humanidad, Itinerario Cultural Europeo y Calle mayor de Europa, entre sus recovecos y ramificaciones el arte surge a borbotones invitando al disfrute y la reflexión. Si es común decir que existen dos tipos de personas: los que han sido Erasmus, y los que no,  también podemos hablar de los que han sido peregrinos del Camino y los que (aun) no.

Durante quince días he caminado, mayoritariamente sola y en silencio, por el Camino francés, disfrutando del otoño y del arte del Camino. Y es que este arte no es solo monasterios e iglesias, santuarios y ermitas: es también ese arte popular que te acompaña a cada paso. 


Un arte lleno de emoción, que se siente cercano y lleno de cariño. Son las cruces de madera que se dejan en las alambradas: los montículos de piedras sobre cualquier superficie. Las fotos, los altares improvisados. Los mensajes de ánimo y frases inspiradoras. Son los graffitis que te desean ¡Buen Camino!, que te dicen ¡Ultreia! y te recuerdan que seas tú mismo.




Este arte es hermoso. Te recuerdan los miles de pies que han pasado delante de ti: y te invita a dejar tu mensaje a los que vendrán detrás: "no te desanimes", "no te rindas", "un poco más". Y, sobre todo: "párate y disfruta".

Párate y disfruta porque el horror de las prisas también han llegado al Camino. Diez kilómetros más: es muy pronto para pararme...a veces se convierte en un entrenamiento en pista. ¡No! No me digas que has llegado demasiado temprano si no te has parado en el Monasterio de Samos; si no has recorrido sus claustros, su perímetro habitado por patos y gatos. Si no has bajado a visitar la ermita y su ciprés milenario.

Párate y disfruta. Disfruta de los tonos otoñales, tan parecidos a los de la roca: a los de la piedra tallada. Para y fíjate en los helechos, en las bayas: en las telarañas gigantes en un prado helado. En el color de las viñas. En la grandeza de las montañas.




Párate y escucha. Quítate los dichosos cascos que llenan tu vacío, que te aceleran. Escucha a las aves que te acompañaran durante el Camino. Cantan para ti: no las ignores. Escucha a los castaños: te advierten antes de tirar proyectiles puntiagudos: quien avisa, no es traidor. Escucha a los árboles en los días de viento: te cuentan cosas aunque no sepas su idioma.


Párate. Disfruta. No es una carrera. No hay una meta. Es un camino. Es el Camino. Canta si quieres. Silba. Rie o llora. Haz lo que quieras. Pero no enciendas el móvil, ni mires el GPS. Una flecha amarilla es todo lo que necesitas. A veces las ves, y otras las sientes.



Párate y disfruta. Y no te rindas, y no desesperes. El dolor también te dice que frenes. Vigila cada paso, y déjate llevar. No tengas miedo. Solo anda. Camina. Hacia delante. No hay más. 











jueves, 10 de septiembre de 2015

UnReal

Érase una vez un verano tan flojo tan flojo que apenas había series que nos ayudaran a pasar con cierto placer los 40 grados a la sombra. A lo mejor las nuevas temporadas de Rectify y Master of Sex, ambas mejores que las anteriores, nos han dado alguna alegría...

Pero entonces llegó ella. La super serie. El It. El Must. El super-discovery: UnReal (o como espero que la llamen en castellano: SuReal). Una serie de 10 capítulos que querrás verlos del tirón (si puedes). Estás avisado.



Y es que érase una vez un show llamado Everlasting ("eterno") donde jóvenes casaderas acuden en tropel para casarse con un fantástico soltero; un reconvertido Casanova. Rubio, guapo, rico...el auténtico Príncipe Encantador: porque hasta es británico y está emparentado con la familia real. Un amor.¿No?


Y que decir de las participantes: todas de su misma altura (sea la que sea), de su mismo peso (claro); guapísimas y peinadísimas desde que se levantan. Voluntariosas y luchando por su amor como si no hubiera más hombres en el planeta. Per-fec-tas.

Bueno, pues la serie no va sobre ellos. Noooo. En esta serie te cuentan porqué se monta un reality show como Everlasting (para ganar dinero, básicamente), como eligen a las concursantes (con la ayuda de una psicóloga) y como manipulan el día a día para conseguir la deseada audiencia. Brutal. 

¿Real? unReal, como dice el título. Y de ahí mi traducción al castellano: surreal. Esto es, por encima de la realidad. Es taaan real que te cuesta verlo maquillado tras la "otra realidad". Sobrepasa la realidad; y no por ello es falso. Al contrario. Es tan real que cuesta creérselo. Como humanos, simplemente, no nos podemos creer algo así. ¿Pero será cierto?

La protagonista en realidad es la Rachel Golbert (Shiri Appleby); una joven productora que se ve obligada a volver a trabajar en este tipo de televisión después de perderlo todo una "crisis nerviosa" sufrida en la anterior temporada del show. Delante de las cámaras, por supuesto. Como casi todo lo que ocurre en su vida. Y hace toda una declaración de intenciones al volver llevando la (ya famosa) camiseta: "This is what a feminist looks like".

Lo que veremos es cómo estas intenciones van mudando -o no- a lo largo del rodaje. Un rodaje en donde los productores son capaces de casi todo para conseguir suficiente metraje. Lo que sea para que Everlasting tenga tanta acción como Juego de Tronos. Por poner un ejemplo "movidito".

Por supuesto la serie está llena de grises y tampoco es todo tan sencillo como parece. Entre las críticas más recurrentes y compleja veremos el de la situación y el rol de la mujer: tanto dentro como fuera de la cámara. Y no sé que es peor: si las bimbos peleandose por el rubiales o las productoras y las becarias luchando (con reglas que no son las suyas) por un sitio en este negocio. Muy deprimente. Techo de cristal ¡allá vamos!

No cuento más porque el factor sorpresa en esta serie es importante, y además las reflexiones de este calibre deben realizarse a solas. Eso sí, es un melodrama mordaz, agresivo, certero y lacerante. Vamos, surreal. Totally unReal. ¡Suerte!




domingo, 5 de julio de 2015

El Pierrot de Watteau

Para sentir una obra de arte hay que verla en persona. Solo así puedes sentir la energía que emana de la pintura, de la mezcla de los pigmentos. Así te llegan las imperfecciones, los surcos de los pelos de las brochas. En persona sé si un pintor era un soñador, un artesano o un psicópata. Los cuadros vibran. Igual que una energía especial nos recorre cuando estamos enamorados sucede también  con el arte. Sin necesidad de ver. A lo mejor solo después de oler.

Hay cuadros que me han retorcido el alma de manera inesperada, como un flechazo. Porque con reproducciones puedes intuir que una obra es más o menos interesante -las paginas webs de los museos y los Konemann son el meetic de los historiadores-. Pero ¡ah! ingenuo de ti. Cuando menos te lo esperas; cansado y con la cara de abatimiento de turista triatleta...entonces...lo encuentras. El amor de tu vida.

Y lo sabes porque se te ha metido ya bajo la piel; se ha acomodado muy dentro, tan a gusto. Los pelos se te erizan al llegarte ese calambre energético tan especial. La primera vez, tan desconocido. Y sabes que es el amor de tu vida porque te acompañará siempre. Queriéndolo un poco más cada día, si es posible. Aprendiendo un poco más cada día, si eso puede ser.

Y aunque a veces lo olvides, y tengas otras cosas que hacer, y otros amores, de repente... lo recuerdas. Y te vuelves a enamorar. Y recuerdas esa primera vez que os encontrasteis; y como no eres la misma persona gracias a él, y como esperas que él, gracias a ti, tampoco sea lo mismo.

"[...] esto es amor, quien lo probó lo sabe."
             
                   Desmayarse, atraverse, estar furioso. Lope de Vega.

Grandes amores forman mi museo imaginante, y por extensión, mi vida. Obras que he conocido, como no, en grandes museos. Vaya lugar para enamorarse, ¿no?

De algunas, como de La joven de la perla o La Victoria de Samotracia, ya os he hablado anteriormente. Hoy me he acordado de mi gran amigo, y compinche de aventuras: Pierrot. Un gran amor.

A Pierrot lo conocí un día de febrero en el Louvre. Recuerdo que ese año el Sena estaba a punto de desbordarse. Hacía una tarde tan desapacible que los dos encontramos refugio en el Louvre; yo temporal, él sempiterno.

Pierrot mide un poquito más que yo, 1.84. Lo que viene a ser un buen mozo. Trabaja de actor en la Comedia del Arte; no en la del Tívoli de Copenhague, la última en vivo que queda en Europa; si no en una más antigua: en el siglo XVIII.

Pierrot viste de un blanco brillante; aunque la vestimenta no le queda bien. Grande por las mangas, corto por las perneras. Le entiendo. A los altos nos suele pasar. La ropa nos cae, simplemente, como puede. No está el mundo preparado para adaptarse a individualidades.

Pierrot te mira triste, desconcertado y melancólico. Se siente adherido como un cromo a un fondo que no es el suyo. Probablemente a un trabajo que no es el suyo. Como tantos. Como el burro que sujetan como una soga, que nos mira insistentemente como los caballos de La carga de los mamelucos de Goya. Sí, el también está atado por unos seres que nada entienden. Un lúcido entre locos. Un sabio como bestia de carga.

Y así nos mira Pierrot; esclavo de un mundo que nada entiende. Rodeado de gentes que no son si no atrezzo en una actuación insignificante. Pero qué puede hacer él con su consciencia. Qué puede hacer Watteau con esta obra, la última de su corta carrera, cuando le toman por un mero pintor de fiestas galantes; cuando le consideran un mero decorador; cuando muy pocos entienden la profundidad de sus temas y sus reflexiones.

Y al verlo, nos sentimos culpables y responsables de pasar por la vida de puntillas, sin prestar atención: sin Mírale a los ojos. Te lo está diciendo. Te está advirtiendo. Te está llamando. El personaje que se gana la vida haciendo reír es muy distinto en reposo. Él también es una marioneta, pero se ha dado cuenta. Se ha tomado un momento de calma y nada tiene sentido a su alrededor. Tragedia y comedia se unen ineludiblemente sin dejar disfrutar de ninguna de las dos.
mirarle a los ojos.

"La vida es una tragedia para los que sienten, y una comedia para los que piensan".
                           
                                                                                                          Jean de la Bruyere

Hasta las pinceladas son más básicas: esenciales. El color: puro. El blanco en grandes movimientos. Y poco más. Un bodegón con figuras. Arte abstracto en el siglo XVIII. En ese momento en que creemos que todo era frenesí y placer y sin embargo fue el inicio del mundo contemporáneo, de sus miserias y contradicciones: el rococó.

Este estático personaje aún tiene mucho que contarme. Todavía tiene mucho que contarte. Sigue esperando que escuchemos su silencio. 

¿Qué te dice a ti?




sábado, 4 de abril de 2015

El Ministerio del Tiempo

Aunque me encuentro «cerrada por oposiciones» tengo amigos muyyyyyyyy pesados que llevan ya varias semanas con el come come de que me vea El Ministerio del Tiempo. Y no es que me diera pereza per se, pero es que…tengo que estudiar, ¿no?

Pero al final, sabiendo que son lectores de este blog, pensé que seguro que me lo recomendaban con conocimiento de causa. Además, sé que no son muy de orgullo patrio a lo loco; así que decidí darle una oportunidad.

Y eso que el esfuerzo es doble porque, por un lado, no puedo dejar de pensar en Isabel y en su magnífica cabecera que ya he elegido como epitafio visual, y me parecía que irme con el marido (¡el Príncipe de Maquiavelo, ahí es nada!) era equivalente, por lo menos, a ponerle los cuernos. [¡Qué todavía no le he perdonado que le quitara la corona a su propia hija…ay, si le pillo!]

Y luego está el hecho de que no tengo tele. Desde hace 17 años. ¡Y tan feliz! No sé ni que detergente limpia más blanco, ni qué coche es el más molón, ni que perfume te hace más atrayente…ni falta que me hace. Probadlo: vives más feliz que una perdiz. La única utilidad que le veo a la televisión es tenerla enganchada a una videoconsola. Por lo demás…

Pero no tener tele es no haber visto nunca de nunca –ni un capítulo ni medio– ni Periodistas, ni Cuéntame, ni Un paso adelante…la última vez que tenía tele echaban Al salir de clase. Con eso os lo digo todo (¡Qué serie, si salieron todos de ahí!).

Total. Que decidirme a ver una serie española me lleva vencer la pereza del nivel de exigencia BBC…y a conectarme a rtve a la carta. Que está fenomenal, no sé si os habéis dado del pedazo de archivo que tenemos con esta web. Y no es que yo trabajara en sus textos en la fase inicial, que también; pero ya desde la versión en Beta me di cuenta del potencial de esta página. ¡Chapó! Si es que tenemos de todo, oiga. 

Así que decidí por ver un capítulo a ver qué tal…y me terminé los cuatro que había. Del tirón. Y no me arrepiento. Bueno, a lo mejor cuando salgan las notas de ese examen. Pero por ahora me alegro del descubrimiento.

Y es que, como muchos sabéis (porque los lunes por la noche está todo el mundo en casa) en el Ministerio del Tiempo se viaja a través de puertas para arreglar cosillas del pasado que puedan afectar al normal desarrollo de la historia. 

Vamos, lo que nos gusta: que viajan a lo largo de la historia vestidos y peinados a la época, conocen a gente como el Lazarillo de Tormes, Picasso y Lope de Vega, y de vez en cuando hay algún mamporro y amorío para amenizar. ¿A quién no le va a gustar?

Otra amiga me dijo que era copia de Doctor Who. Bueeeeeeeeeno. La fantasía de viajar entre distintas etapas históricas creo que es tan antigua como el mismo concepto de historia. El que más y el que menos ha soñado con viajar al Antiguo Egipto, o a la Edad Media (¡me lo pido!) o a los felices años 20. Así que, creo, que en esto, no es que sea copia o no; es que el tema es original solo hasta cierto punto.

Desde mi punto de vista lo que más destaca, y lo que más me gusta, son esas pullas, chascarrillos y chanzas que, por otra parte, tanto nos define como pueblo, ¿qué no?. Porque, el momento en que el actor Rodolfo Sancho da como nombre ficticio en una posada Curro Jimenez o dice que la reina Isabel I le suena «de algo»…la vida dentro del arte, sí señor. Ya que este actor(azo) empieza a tener carrera como para auto referenciarse…¿por qué no?

Aunque no son las únicas. También hay algún «zasca» con temas actuales, con tópicos…y algunas gracietas más elaboradas como descubrir –por fin– porqué Velázquez aparece en las Meninas con el escudo de la Orden de Santiago si aún no se la habían concedido. Dar explicación a esto…fue...de nota.

Y es que la serie está, realmente, muy bien rodada, y saca provecho a la herencia de tve, empezando por el magnífico vestuario de todas las épocas: si solo tienen que pedir por esa boquita. Utiliza también muchas localizaciones que, personalmente, es algo que agradezco; porque no puedo más con las series grasiosas rodadas solo en un edificio. ¡Qué tostón! ¡Salid a que os dé el aire!

Y tiririn tiririn, mi debilidad: tiene una cabecera muy buena. Sí señor. Y esto son palabras mayores. Es relativamente original, moderna, bien realizada, con una música (sin letras) muy adecuada: realmente sintetiza o presenta bien la serie. Un acierto de Natalia Montes y USER T38 (sus efectos especiales son los que han dado la calidad de altura internacional a la serie). Me gusta el nivel que están adquiriendo estas pequeñas obras de arte.



Y es que, las cabeceras, no hay que saltárselas nunca. Qué sé que viendo descargadas es muy fácil pasar este metraje. ¡Pero no! Una cabecera te prepara para lo que vas a ver. Es una ruptura para que dejes lo que estabas haciendo, lo que estabas pensando, y te centres. Una ventana que te ayuda a pasar de la realidad a un mundo de fantasía. Las transiciones son importantes. En la vida y en el cine.

Así que, dicho todo esto, espero que os guste esta serie que ya tiene asegurada una segunda temporada. Hasta donde se pueden asegurar las cosas en la cadena pública, claro. ¡Y no os pidáis a Velázquez que es mi personaje favorito! Me parto con él. Bueno, si os gusta otro más contadme, pero no me digáis que no es un puntazo que un retrato robot te lo haga un artista de su talla. ¿Helllooooo?

jueves, 5 de febrero de 2015

The Librarians

Este febrero he descubierto algunas series nueva. Un poco tardío con algunas. Pero me perdono. Al fin y al cabo tampoco me tenían muy buena pinta a priori. Ups, perdón. Porque me han gustado; se pasa una tarde agradable. No te remueven y conmocionan como si que hace la magistral Call de midwife, pero tampoco es que podamos estar constantemente con series tan intensas, ¿no? (¡Que luego me sube la tensión!)

La primera es The Librarians, una mezcla entre: Buffy por su sede central (con una biblioteca también circular y el señor mayor de referencia que todo lo sabe), la Cazatesoros por los momentos de acción, el Warehouse 13 por sus artefactos mágicos (que entrarán en contradicción porque muchos ya están guardados en este almacén, ¿no?) y Harry Potter.

Empecemos como Harry Potter lo hace: a una agente de la OTAN de armas tomar (con un peso y tamaño ajustado a su profesión, claro, por fin vamos entendiendo esto) le llega una carta mágica: en ella se la invita a acudir a la Biblioteca porque ha sido elegida para ser la Guardiana del "bibliotecario" (es que en castellano la palabra no queda tan misteriosa, debe ser porque lo vemos como una profesión normal y los libros como algo habitual, pero bueno).

Cuidadín, que la que manda la carta es la propia Biblioteca. Y ahí descubre, al pasar una puerta misteriosa, que la magia es real y que objetos como Excálibur son reales. ¿Os suena, no? ¿Por qué no usar un inicio que funciona?. Si en ese momento estás pensando: que me llegue la carta, que me llegue la carta.

Por cierto, hago un llamamiento a Howards: el sábado es mi cumpleaños. ¿Qué edad hay que tener ahora para que te seleccionen? Que ya va siendo hora, todos los años esperándola y nada. Bah, habrá sido un despiste.

Por donde íbamos. A partir de ahí, aunque hay que ser buenos con los temas de las leyendas y la magia porque, como diríamos comúnmente, se flipan un poco, la serie adquiere matices modernos que la hacen más fácilmente digerible. Por ejemplo, ya no es un super hombre como Indiana Jones, o una super mujer como La Cazatesoros: es un equipo de jóvenes (por primera vez también en la historia de "The Librarians") de muy distinta procedencia.

Y es que el siglo XXI no se entiende de otra forma. Primero: trabajo en equipo, la única manera de que se logren grandes cosas. Lo del super-individuo ya no va con nosotros. Y segundo: diversidad. De razas, de culturas, de procedencia, de habilidades...ya no hay un único cerebrín. Tanto vale la "universidad de la calle" como el arte, las matemáticas o la capacidad de liderazgo. Contradiciendo al refranero popular (claramente racista, debo añadir) ya es ni todos moros ni todos cristianos.

Así que con estas premisas queda articulada la serie, y debo añadir que funciona bastante bien. Es divertida, da pinceladas de historia aunque a veces sea un poco fantasiosa. Y sobre todo, queda justificado que coleccionen objetos porque es para conservar la magia en un entorno seguro (ya sabéis que siempre hay quien la quiere utilizar para sus propios fines...ja,je,ji,jo,ju risa malvada). Porque eso de que la cazatesoros se apropiara del patrimonio cultural así como así...no.

La serie, en realidad, es un spin-off de tres películas para televisión de 2004, 2006 y 2008, en las que se contaba las aventuras de The Librarian (en singular). Y para los que estén esperando si hay una segunda temporada o no, todavía está pendiente de renovación. Así que, por ahora, hay esta temporada de 10 capítulos que terminó en enero.

He de reconocer me han tocado un poquito la fibra al hacer que el superdotado sea el que ha estudiado y reconozca el arte como uno de los conocimientos mas importantes (además de hermosos). Y es que hay vida más allá del informático-científico-ingeniero "listo". Como decía un profesor que tuve en la carrera, recientemente fallecido, el mundo se explica con dos disciplinas: el arte y las matemáticas. Las dos con la misma importancia. Y con esta reflexión, y mi homenaje a Ángel González, termino. Te echaremos de menos, profesor.


miércoles, 28 de enero de 2015

El cementerio británico de Madrid

Después de recordar lo curioso que son los cementerios irlandeses en Navidad nos quedamos con la duda, bueno, yo me quede con ella, de que harían en estas fechas el resto de los británicos -lo que solemos entender como ingleses, vamos- ; así que no me pude resistir y me acerqué al Cementerio británico de Madrid: un secreto en medio de Carabanchel.

El cementerio británico, a veces llamado de los ingleses, está en la calle Comandante Fontanes 7, en metro Urgel para los que habláis, como yo, en paradas de suburbano, y abre, solamente, los martes, jueves y sábados de 10:30 a 13:00, así que hay que planificar bien la visita. Y no, no llevan árboles de navidad ni los regalos a los familiares: pero a cambio descubrí una auténtica maravilla.

Según te acercas no te puedes creer que en medio de bloques exista un cementerio que se remonta, ni más ni menos, que a 1854. Pero sí, ahí está; un oasis de tranquilidad entre bloques de ladrillo. Sorprendente.

Y antes de meternos en materia, y de enseñaros más fotos, os tengo que contar que el Cementerio acepta donativos. Por supuesto donativos en general, pero me gustó que aceptan donativos de plantas vivas. Así que, ya sabéis; si sois de esos seres a los que os regalan plantas cuando se os mueren hasta los cactus (y no miro a nadie, porque tendría que hacerlo en un espejo) no esperéis a que se mueran. O, si sois de esos seres extraterrestres que con solo mirar una maceta sale hasta un bonsai, pues nada, creced y multiplicaos...

La verdad es que merece la pena llevar flores porque lo tienen muy bien cuidado. Es siempre lo primero que
llama la atención en los cementerios de "guiris": son auténticos jardines. Y eso que el cementerio británico lo tiene complicado porque tiene el tamaño de casa de una "pobre de pedir con mechas rubias".

Pero, afortunadamente, como no tienen la tradición de  esas losas horrorosas que ponemos desde hace unas décadas en los cementerios católicos, que parece que tenemos que poner un doble seguro por si alguien se levanta...¡que se escuerne si se le ocurre levantarse!, pues oye, queda de otra manera.

Lápida más o menos pequeña, y lo demás tierra. Tierra. Tan sencillo como esto. Así no hay que llevar flores de plástico ni ramos que se mueren a la semana: ¡se siembra! Fíjate que tontería...y lo bonito que se queda. Y lo que se ahorra. O mejor: lo que se ahorra que se lo gasten en una escultura bonita. Yo es que el mármol gris veteado...me trae por el camino de la amargura. Qué todavía no se ha levantado nadie...relax...

Y por cierto, si estáis buscando lugar de descanso, en este cementerio aún se puede enterrar gente. Creo que solo incinerados, pero oye, que el columbario para los nuevos están al solecito; un lugar muy agradable, y no es broma. Además los nichos se recubren con cerámica, donde se pone el texto en azul: y eso, para alguien de Talavera...pues gusta. Me lo estoy pensando.

Además hay pajarillos y gatos de visita; estás en un jardín; cerca del metro...y como es internacional, seguirás manteniendo el nivel de inglés. Que con lo que nos cuesta, verdad. Uf, como para perderlo.

Además el cementerio tiene otra ventaja. Y es que, aunque en teoría es el cementerio de los británicos, en la práctica fue cementerio para todos los que, o no fueran católicos, o prefirieran dormir en un entorno más internacional. Hay tumbas judías, musulmanas, ateas y cristianas...y todo tipo de nacionalidades: británicos, norteamericanos, alemanes, españoles...más de cuarenta. Muy interesante.


Es una pena que no siempre se detalle algo de la persona que está allí: solo con el nombre es difícil imaginarse la historia. Pero también hay algunas muy historiadas, con historias como el del joven que murió de pulmonía tres días después de llegar a Madrid. Qué lástima. Si es que no es manera de recibir a nadie: con lo que nosotros somos y que no nos acompañe el tiempo. Que no nos lo tengan en cuenta.

Lo que más destaca, nada más entrar (además de la vegetación) es el panteón de la familia Bauer; en esta parte el cementerio tiene un aire al de Buffy cazavampiros, ya veréis.



Es bastante espectacular, con adornos de estilo egipcio e inscripciones en hebreo. Es magnífico, la verdad, y es que os recuerdo que era habitual que, cuando encargabas el diseño de tu casa aprovecharas la ocasión y el mismo arquitecto te diseñara también la tumba. Una cosa muy lógica que se ha ido perdiendo, más por el miedo a la muerte que tenemos en la actualidad que porque ahora todos seamos muy humildes y queramos nada más que el que nos lancen al mar...¡pues no! Que las cenizas humanas contaminan que dan gusto, con esto cuidadín que no somos abono...

A lo que iba. Hay tumbas de familias muy conocidas como las de los Loewe, los Lhardy (del restaurante), los Parish (fundadores del Circo Prize), varios miembros de la familia real de Georgia; pero la más interesante para un historiador del arte puede que sea la tumba de Clifford.

Charles Clifford (1820-1863) fue uno de los pioneros de la fotografía y, junto a Laurent, el más destacado en la España del XIX: se dedicó a viajar por todo el país y sus fotografías son un documento muy importante de la época. ¡Y está aquí! Bueno, no se sabe muy bien donde porque se ve que el cementerio se ha enterrado y salido varias veces. No tanto como en antiguo cementerio judío de Praga, pero a veces si que da esta sensación. Así que me creo que se enterrara y apareciera de nuevo la lápida una buena tarde. ¿La solución? La lapida está colgada en el zaguán de la entrada. Bueno. Nos vale.

Como podéis ver por las fotos en un rinconcito muy especial de Madrid, y conocer a sus moradores seguro que es muy interesante. En teoría en la Embajada Británica tienen el registro: todo será ir a consultar.

Yo os dejo la idea de ir a visitarlo. De llevar plantas también; total, tampoco vamos a ser egoístas con los muertos. No son nuestros fallecidos, pero son los de alguien: no debería importarnos tanto. Y además, si os gusta; pues mira, en algún lugar hay que caer muerto, ¿no? En teoría el dicho hace referencia a una casa, pero vamos, nuestra generación sí que morirá sin ver casas en propiedad ni viviendas oficiales. Y eso de que sea un cementerio europeo, sin religión definida...tiene su aquel. No es el Cementerio del Bosque de Estocolmo, pero que se le va a hacer, este es el que me pilla más a mano.

Yo tardaré un poco más en llegar, no porque vaya a tardar más o menos, si no porque donaré mi cuerpo a la ciencia. Así además de ayudar me doy una vuelta, que no viene nunca mal. Por eso hasta que terminen estaré en pausa. Total, para estar muerto del todo siempre hay tiempo, ¿no? Pues eso.