sábado, 7 de septiembre de 2013

La Victoria de Samotracia

Esta semana casi me da un chungo -o como digo ahora en honor a una señora manchega que la iban a cerrar el Centro de Salud de su pueblo: un apechusque- al leer "El Louvre se despide de la Victoria de Samotracia". ¿¿Comooorrrr??

Momento de tensión sin patrocinio de Calle 13 tan malo que pase...que al seguir leyendo ponía "hasta junio de 2014", pero claro, si el cerebro piensa mucho más rápido de lo que leemos también nos hacer sentir a mayor velocidad. Y a mí este cerebro velocista casi me produce un infarto.

Resulta que la escultura va a ser restaurada y estará fuera de circulación hasta 2014. Su restauración costará 4 millones de euros, y parte de este dinero se ha conseguido gracias al crowdfunding. Me encanta. Para qué no vamos a dar nuestros eurillos si no para restaurar grandes obrar del arte. Espero que será un éxito. Yo os dejo el link por si queréis participar. De cualquier forma, la echaremos de menos. Y si podemos iremos a verla tras sus "retoques", ¿no?


La Victoria de Samotracia es una escultura espectacular del II a.C., de casi tres metros, que presidía la escalera Daru en el Louvre. Dicen que es una de las obras más icónicas del Museo junto a la Gioconda y la Venus de Milo. De eso nada: es mucho mejor. Y creo que merece ser mucho más famosa.

Desde luego yo la pondría en la entrada de mi Museo Imaginante. Presidiendo. Resumiendo.

Además, esta figura de mujer extendida al viento, con el cuerpo abierto, enfrentándose sin miedo a los elementos, me ha acompañado desde siempre. No sé por qué pintaba una figura similar en el instituto. Una y otra vez. Una y otra vez.


Bueno, eso, y una vez la Abadía en el robledal de Caspar David Friedich a lapiz a tamaño "mesa de insti entera". Me llevó una semana hacerlo y a la de la limpieza un día en quitarlo. Aún se la tengo guardada...

Pero bueno, superemos la eterna lucha del Conservador con el personal de limpieza y volvamos a pensar en los mascarones de proa. Porque resulta que de aquí venían estas imágenes femeninas. De cómo me persiguió esa imagen no lo sé, porque no solo soy de interior....es que soy hasta de secano.

Para mí siempre siempre tienen relación con una mujer en lo Alto; una mujer aventurera que surcaba los mares con los brazos abiertos. Desde cierto punto de vista, la vanguardia. La libertad. La primera. La que hace el camino y protege a lo que va detrás.

De cualquier manera, una figura poderosa. Y femenina. Y estos dos atributos juntos sí que son difíciles de encontrar. Así que creo que de ahí, más que identificación, mi veneración por estas figuras tan especiales. 

Así que todavía recuerdo emocionada cuando, bajando las escalera del Museo del Louvre, rodeas y te enfrentas a esta figura tan magnífica.

Sientes ese aire que la agita las ropas, ese frescor que siente en el cuerpo, de brisa marina; esa cabeza alzada y gesto desafiante que ya no está. Fantástica. Segura. Grandiosa. Mujer.

Desde luego, no es una mujer que coma pañuelos de papel para no tener apetito, ni toma vinagre para estar más blanca...Qué vaya ídolos y modas que elegimos a veces. Y no, Marinetti: un coche de carreras no es más bellos que la Victoria de Samotracia.

Pues yo elijo a ésta: a la Victoria de Samotracia. Además está la versión moderna de "estar por casa" de medio metro: La Victoria de Samotracia C9 de Yves Klein, que la tenemos en el Reina Sofía. Que de Klein no soy mucho, pero desde luego del azul Klein por completo. Un color intenso y eléctrico, y ahora real al convertirse en el protagonista de la reciente coronación de los nuevos reyes de los Países Bajos. Ja,ja. Un color Total.


Parece que Pablo Neruda coleccionaba mascarones de proa en su casa de Isla Negra. ¡Qué tio más listo! Esta sí que es una colección que yo también empezaría. Bueno, por ahora me centraré en coleccionar globos de nieve y cajas de música, que me las veo y me las deseo...Os dejo con Pablo Neruda, que si un día sin reir es un día perdido, un dia sin poesía no es siquiera un día. 



                 XV

     A UNA ESTATUA DE PROA


EN las arenas de Magallanes te recogimos cansada 

navegante, inmóvil
bajo la tempestad que tantas veces tu pecho dulce 
         y doble
desafió dividiendo en sus pezones.



Te levantamos otra vez sobre los mares del Sur, 

         pero ahora
fuiste la pasajera de lo oscuro, de los rincones, 
         igual
al trigo y al metal que custodiaste
en alta mar, envuelta por la noche marina.



    Hoy eres mía, diosa que el albatros gigante

    rozó con su estatura extendida en el vuelo, 
    como un manto de música dirigida en la lluvia 
    por tus ciegos y errantes párpados de madera.



    Rosa del mar, abeja más pura que los sueños, 

    almendrada mujer que desde las raíces 
    de una encina poblada por los cantos 
    te hiciste forma, fuerza de follaje con nidos, 
    boca de tempestades, dulzura delicada 
    que iría conquistando la luz con sus caderas.



    Cuando ángeles y reinas que nacieron contigo 

    se llenaron de musgo, durmieron destinados 
    a la inmovilidad con un honor de muertos, 
    tú subiste a la proa delgada del navío
    y ángel y reina y ola, temblor del mundo fuiste. 

    El estremecimiento de los hombres subía 
    hasta tu noble túnica con pechos de manzana, 
    mientras tus labios eran oh dulce! humedecidos 
    por otros besos dignos de tu boca salvaje.



    Bajo la noche extraña tu cintura dejaba 

    caer el peso puro de la nave en las olas 
    cortando en la sombría magnitud un camino 
    de fuego derribado, de miel fosforescente. 

    El viento abrió en tus rizos su caja tempestuosa, 
    el desencadenado metal de su gemido, 
    y en la aurora la luz te recibió temblando 
    en los puertos, besando tu diadema mojada.



    A veces detuviste sobre el mar tu camino

    y el barco tembloroso bajó por su costado,
    como una gruesa fruta que se desprende y cae,
    un marinero muerto que acogieron la espuma
    y el movimiento puro del tiempo y del navío.

    Y sólo tú entre todos los rostros abrumados
    por la amenaza, hundidos en un dolor estéril,
    recibiste la sal salpicada en tu máscara,
    y tus ojos guardaron las lágrimas saladas.

    Más de una pobre vida resbaló por tus brazos
    hacia la eternidad de las aguas mortuorias,
    y el roce que te dieron los muertos y los vivos 
    gastó tu corazón de madera marina.



Hoy hemos recogido de la arena tu forma. 

Al final, a mis ojos estabas destinada. 
Duermes tal vez, dormida, tal vez has muerto,
         muerta:
tu movimiento, al fin, ha olvidado el susurro 
y el esplendor errante cerró su travesía.

Iras del mar, golpes del cielo han coronado 
tu altanera cabeza con grietas y rupturas, 
y tu rostro como una caracola reposa 
con heridas que marcan tu frente balanceada.



Para mí tu belleza guarda todo el perfume, 

todo el ácido errante, toda su noche oscura. 

Y en tu empinado pecho de lámpara o de diosa, 
torre turgente, inmóvil amor, vive la vida. 
Tú navegas conmigo, recogida, hasta el día 
en que dejen caer lo que soy en la espuma.









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